Las redes sociales me dieron el aviso: por la tarde, la Luna se alinearía con Saturno para ocultarlo durante unos minutos. Una ocultación ocurre cuando, desde nuestro punto de vista en la Tierra, un objeto celeste queda temporalmente cubierto por otro. Para que esto suceda, la posición orbital de la Luna debe coincidir perfectamente con la trayectoria aparente de Saturno en el cielo. Es como si el universo planificara con precisión un espectáculo único, reservado para quienes tenemos el privilegio de mirar hacia arriba.
En esta ocasión, la Luna, nuestro satélite, se interpuso entre nosotros y Saturno, bloqueando por completo al gigante anillado durante 10 minutos y 13 segundos. Aunque las ocultaciones son más frecuentes con estrellas, cuando involucran planetas como Saturno adquieren un matiz especial. No es solo un punto brillante lo que desaparece; son también los delicados y complejos anillos de Saturno, esos detalles que convierten a estos eventos en una experiencia inolvidable.
La Luna, con su órbita inclinada 5,1° respecto al plano de la eclíptica, encontró el momento perfecto para cruzarse con Saturno desde mi perspectiva en Quijorna. A las 18:12:07 comenzó la ocultación, y a las 18:22:20 Saturno volvió a reaparecer lentamente por el borde lunar.
Era como presenciar un acto de magia: la Luna, viajando a una velocidad orbital promedio de 1 km/s, avanzaba implacable, cubriendo al gigante gaseoso mientras los espectadores, expectantes, aguardamos su reaparición.
En Quijorna, el desafío se presentaba con un cielo mayormente cubierto (75%) y una temperatura fresca de 8°C. Sin embargo, algunas ventanas despejadas prometían momentos para observar el evento en su esplendor. Salí al patio con entusiasmo, aunque también con cierta duda, preguntándome si las nubes me concederían una tregua. Para mi fortuna, allí estaba la Luna, iluminada al 27% en su fase creciente, deslizándose con elegancia sobre el horizonte sur.
Aceptar la invitación de la Luna significaba montar el telescopio rápidamente. Abrigo puesto, cables conectados al ordenador, software ajustado... Todo debía estar listo antes de que la ocultación comenzara. Sin embargo, la Luna no esperaba. Cuando finalmente logré captar su imagen en pantalla, ya habían pasado dos minutos desde el inicio del evento.
No todo estaba perdido. Me preparé para registrar la reaparición de Saturno mientras aprovechaba la espera para explorar los cráteres visibles en la superficie lunar. Ajusté el contraste de la imagen, consciente de que el intenso brillo de la Luna podría ocultar a Saturno y dificultar su captura. En pantalla, la Luna se mostraba como una diva celeste, brillante y cercana, mientras que Saturno, tenue y distante, guardaba tímidamente su momento.
Desde la perspectiva de la astrofotografía, estos eventos representan tanto un desafío técnico como una fuente inagotable de inspiración. La proximidad y luminosidad de la Luna pueden complicar la observación, pero también sirven como recordatorio del dinamismo de nuestro cielo. Este espectáculo, que une ciencia, arte y oportunidad, invita a dejar atrás lo cotidiano y conectarse con algo mucho más grande.
Finalmente, Saturno reapareció, deslizándose suavemente por el borde opuesto de la Luna, justo a la altura del cráter Fabritius. Aunque breve, la escena dejó una huella duradera. Estos eventos nos recuerdan que el universo está en constante movimiento, tejiendo historias que vale la pena escuchar con los ojos puestos en el firmamento.
Así que, la próxima vez que escuches que la Luna se alineará con un planeta, no lo pienses demasiado. Sal afuera, abrígate, respira el aire fresco de la noche y deja que el cosmos te cuente sus secretos. No te arrepentirás.
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