
Una de las preguntas que fascina a los astrónomos es cómo las propiedades de estas estrellas, como su masa, se relacionan con el lugar donde nacen. En NGC 2264, observamos que las estrellas más masivas suelen concentrarse en el centro del cúmulo, mientras que las más pequeñas quedan dispersas hacia los bordes. Este fenómeno se llama segregación de masa, y puede ser tanto herencia del lugar donde las estrellas se formaron, como resultado de las interacciones y movimientos que ocurren después.

Existen dos ideas que intentan explicar este fenómeno:
La primera, la de las “Nacidas para reinar”, sugiere que las estrellas más grandes se forman donde hay más material, en el núcleo denso de las nubes de gas y polvo. Imagina la formación estelar como una bola de nieve que rueda colina abajo. Al principio, es pequeña, pero a medida que avanza, va acumulando más nieve. En el cosmos, esa bola es una nube de gas y polvo, y la nieve que se añade son los materiales que se juntan para formar estrellas. En el centro de esa bola, donde la nieve es más densa, se forman las estrellas más grandes y poderosas. Allí, la gravedad es más fuerte, las estrellas pueden incluso chocar y fusionarse, dando lugar a soles gigantes.
La segunda teoría dice que las estrellas “Ganaron su trono”. En un principio, todas están mezcladas sin orden, pero la gravedad actúa lentamente. Como las canicas pesadas que se hunden hasta el fondo de un tazón, las estrellas más pesadas se desplazan hacia el centro con el tiempo, conquistando su lugar por derecho propio.
NGC 2264 no es solo un bello conjunto de estrellas; es un laboratorio natural donde ambas teorías encuentran verdad. Porque allí, estrellas masivas brillan también en las afueras, mostrando que la segregación no es absoluta ni sencilla. Tal vez, la historia de estas estrellas sea una mezcla sutil de nacimiento y conquista.
Este rincón cósmico tiene apenas 3 millones de años, una juventud comparada con la edad de la Tierra. Mientras los primeros colibríes revoloteaban en las flores, esta región ya tejía su drama estelar a 2,700 años luz de nosotros.
En su centro, la Nebulosa del Cono se alza como una montaña de polvo de siete años luz de altura, una estructura tan vasta que su punta recorre la distancia equivalente a 23 millones de viajes de ida y vuelta a la Luna. Aquí, unas 250 estrellas jóvenes —algunas aún ocultas en sus nidos de gas— disparan chorros de materia que iluminan la oscuridad, los llamados objetos Herbig-Haro, recordándonos que la vida estelar es un proceso dinámico y en constante cambio.
¿Quieres verla? En diciembre, busca en la constelación de Monoceros este árbol de Navidad cósmico, que nos regala su belleza para celebrar la temporada.
¿Por qué brilla esta nebulosa con esos tonos rojos y azules? Las estrellas jóvenes, tipos O y B, emiten luz ultravioleta que arranca electrones del hidrógeno, haciendo que el gas brille en rojo intenso, la llamada línea H-alfa. Otros elementos añaden pinceladas de azufre y oxígeno, creando una paleta única de colores.
Pero esta luz no solo crea belleza: también destruye lentamente la nube que la alberga. Es como un escultor invisible que talla hielo con un soplete, dando forma a su obra antes de que desaparezca.
En definitiva, el universo es un juego de fuerzas en constante equilibrio. Las estrellas nacen, luchan y se reorganizan, NGC 2264 nos muestra cómo se escriben las grandes historias del cosmos.
Un detalle para la memoria: fue William Herschel quien descubrió esta nebulosa un frío 26 de diciembre. Desde entonces, cada invierno, el "Árbol de Navidad cósmico" nos recuerda que el universo no solo existe, sino que narra una épica sin fin… y que nosotros apenas comenzamos a leerla.
60 imágenes de 90 sg de exposición, obtenidas con NINA y procesadas con Pixinsigth. La noche del 23-12-2023 desde Quijorna (en el patio de mi casa).
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