Observa este rincón del universo…
donde la oscuridad no es silencio,
sino un murmullo creciente… de luz que aún no ha nacido.
NGC 6559…
una nube roja y dorada, suspendida en el vacío,
como un incendio detenido en el tiempo.
Allí, el hidrógeno se agita,
excitado por estrellas recién encendidas…
como brasas que soplan vida al polvo frío.
Estrellas jóvenes…
furiosas…
tipo O y B,
que lanzan torrentes de radiación ultravioleta,
como si fueran focos cegadores en la niebla cósmica,
ionizando el gas que las vio nacer…
y pintando el espacio con un resplandor carmesí,
como la sangre misma del universo.
Cada filamento de esa nube…
es una cuna.
Un taller, donde la gravedad y la luz
negocian el nacimiento de nuevas estrellas,
tejiendo con hilos invisibles
el tapiz del futuro.
Pero no todo se deja ver.
Algunos secretos…
se ocultan tras velos de polvo,
como sueños no contados.
Fuentes infrarrojas, como IRAS 18048-2422…
que no brillan en luz visible,
pero emiten calor…
el susurro tibio de las estrellas que aún gestan,
ocultas en vientres oscuros…
esperando su momento.
Telescopios como Spitzer…
como AKARI…
leen ese calor,
como ojos que ven en la penumbra,
desvelando lo que nuestros ojos no pueden:
discos de polvo que giran,
como alfareros ciegos,
moldeando futuros planetas.
Pero no toda cuna es una promesa de calma.
A veces…
el final de una estrella
es tan desmesurado, tan violento,
que el universo entero parece estremecerse
en un grito mudo.
NTB 930519.39…
un estallido de rayos gamma.
El relámpago supremo.
El evento más luminoso que el cosmos puede ofrecer.
Un destello que, en segundos,
libera más energía que nuestro Sol…
en toda su vida.
Como si un faro
se encendiera en medio de la noche eterna,
y su luz cruzara galaxias
en lanzas invisibles de fuego.
Rayos gamma…
ondas que rompen el silencio,
llegando hasta nosotros
tras miles de millones de años de viaje,
como mensajes en botellas arrojadas
en un océano sin orillas.
Testigos de muertes titánicas:
estrellas masivas que colapsan,
sus núcleos derrumbándose en agujeros negros,
mientras lanzan chorros de energía
que atraviesan el espacio…
como agujas de relámpago cósmico.
Y mientras algunos mueren con estruendo…
otros apenas comienzan su canto.
EM*LkA 127…
una estrella T Tauri.
Joven. Vacilante.
Su luz parpadea,
como un corazón nervioso aprendiendo a latir.
Los discos de polvo a su alrededor
se arremolinan como danzarinas veladas,
agrupándose…
tal vez para formar futuros planetas.
Mundos que, quién sabe,
alguna vez mirarán hacia su cielo…
y se preguntarán por su origen,
como nosotros…
lo hacemos ahora.
🌌 Astrometáforas
Entre las sombras…
germinan luces.
En la cuna roja de NGC 6559,
el polvo se alza…
como tierra fértil en un campo olvidado.
Las estrellas jóvenes…
arden como semillas impacientes,
rompiendo la oscuridad con su primer grito.
Y mientras unas nacen…
otras mueren con estruendo,
dejando en su estela
rayos que cruzan galaxias,
como raíces invisibles buscando nuevos suelos.
Cada destello…
es un brote.
Cada sombra…
una promesa no dicha.
Así es el universo:
un campo donde la muerte siembra vida,
y la oscuridad…
es solo un velo,
que espera ser rasgado por la luz.
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