Hay lugares en el universo…
donde la materia no encuentra reposo.
Donde el gas
se retuerce en espirales invisibles,
se condensa en nuevas estrellas…
y luego es arrojado al vacío,
empujado por fuerzas que apenas empezamos… a comprender.
Uno de esos lugares
es NGC 613.
Una galaxia barrada, situada a 67 millones de años luz,
en la constelación del Escultor.
A simple vista,
es solo una espiral más,
una entre miles.
Pero bajo los ojos precisos del telescopio ALMA,
se revela como algo más…
un laboratorio cósmico de belleza… y complejidad.
En su centro,
a unos 350 pársecs del núcleo—
un poco más de mil cien años luz—
vive un anillo brillante de gas molecular.
Allí
el hidrógeno se comprime,
se calienta…
hasta encender nuevas generaciones de estrellas.
Pero este anillo…
no está solo.
Presenta rupturas…
que se transforman en brazos espirales,
conductos de polvo y gas…
que serpentean hacia el núcleo,
como si algo en el corazón de la galaxia
los atrajera con urgencia.
Adentrándonos más…
dentro de los cien pársecs del núcleo…
aparece otra espiral.
Más estrecha.
Más oscura.
Una espiral que parece arrastrarse…
hacia el centro galáctico.
No es solo un remolino de gas.
Es un camino…
tallado por la gravedad.
Un sendero que conduce…
hacia un destino oscuro.
Entre el anillo externo…
y esta espiral interior…
se tienden filamentos de gas,
puentes sutiles en un paisaje que nunca se detiene.
Todo en esta región
es tránsito.
Es torsión.
Es caída.
Pero no todo…
fluye hacia dentro.
Desde el mismo centro de NGC 613…
emerge algo inesperado.
Un flujo de salida molecular.
Gas que se mueve a velocidades extremas:
hasta 300 kilómetros por segundo.
Y se extiende…
25 pársecs más allá del núcleo.
En los espectros
aparece como alas anchas,
la firma clara de un material
siendo expulsado violentamente.
Este viento galáctico
no es sutil.
Transporta cerca de dos millones de masas solares,
a un ritmo de 27 soles por año.
Y lo hace en forma densa,
muy densa…
con partículas que delatan una presión
capaz de deformar el tejido del espacio interestelar.
Y aquí surge la pregunta.
¿Qué fuerza
está empujando ese gas fuera del núcleo?
En el centro
reside un agujero negro supermasivo,
un AGN de baja luminosidad.
Silencioso.
Discreto.
Sin grandes fuegos de actividad.
Pero los números
no cuadran.
La energía de ese flujo supera con creces
lo que esperaríamos de un núcleo tan callado.
¿Estamos viendo un flujo fósil?
¿El eco de un rugido antiguo?
¿Un residuo…
de un estallido pasado?
Quizá.
Pero hay otra pista.
El flujo parece alineado con un chorro de radio,
un hilo invisible que emana del núcleo.
Como una aguja cósmica
que empuja, comprime,
y calienta el gas circundante.
Y mientras el núcleo exhala por un lado
por el otro sigue alimentándose.
Dentro de los 25 a 100 pársecs,
el gas está perdiendo momento angular—
la clave para caer hacia el agujero negro.
Es la espiral nuclear.
Es la barra galáctica.
Son pares gravitacionales
que tejen un mecanismo eficiente,
capaz de arrastrar el gas hacia el centro
en un solo giro galáctico.
Y lo verdaderamente maravilloso es que esta espiral interior,
encerrada dentro de la resonancia que debería hacerla girar al revés,
se curva, en cambio, siguiendo la misma dirección que la gran rueda galáctica.
Como si, allí en el núcleo, las viejas reglas se desvanecieran,
y una nueva fuerza —la gravedad inexorable del agujero negro—
tomara la batuta y guiara la materia en una danza diferente.
Una danza donde la música no la dictan las estrellas…
sino el tirón silencioso del vacío.
Tal vez…
porque el agujero negro ya domina aquí,
deformando la danza de las estrellas y el gas,
empujándolos hacia el abismo.
NGC 613 nos enseña…
que incluso los sistemas que parecen tranquilos,
pueden esconder tormentas en su interior.
En su corazón,
el gas se comprime…
y se dispara.
Cae…
y escapa.
Responde al tirón invisible de la gravedad…
y a la presión de chorros que no podemos ver.
Gracias a ALMA…
podemos espiar estas historias íntimas,
donde la materia lucha y se rinde,
donde las galaxias laten…
alimentando y retroalimentando su propio destino.
Porque solo cuando entendamos
cómo late el corazón de estas estructuras…
comprenderemos, al fin,
cómo evolucionan las galaxias…
y los monstruos oscuros que llevan dentro.
El núcleo de una galaxia es como un corazón bicéfalo:
succiona…
y exhala.
Laten dos direcciones.
A veces, lo que fue un rugido…
se convierte en eco.
Y lo que parece quietud…
es apenas el respiro entre dos tormentas.
Referencia:
Audibert, A., Combes, F., Garcia-Burillo, S., Hunt, L., Eckart, A., Aalto, S., Casasola, V., Boone, F., Krips, M., Viti, S., Muller, S., Dasyra, K., van der Werf, P., & Martin, S. (2019). ALMA capta la alimentación y la retroalimentación del núcleo galáctico activo en NGC 613. Astronomy & Astrophysics, 632, A33. https://ui.adsabs.harvard.edu/link_gateway/2019A&A...632A..33A/ doi:10.1051/0004-6361/201935845
Comentarios