¿Te has preguntado cómo sabemos, con certeza, que el universo se está expandiendo?
No necesitas una nave espacial, ni una fórmula mágica. Solo un telescopio, algo de paciencia… y la disposición a escuchar lo que la luz nos cuenta desde lo profundo del tiempo.
Todo empieza con una escena sencilla:
Imagina que apuntas tu telescopio hacia una galaxia lejana, una de esas manchas tenues que cuelgan del cielo como luciérnagas congeladas. Lo que estás viendo, en realidad, es una postal enviada hace millones —o incluso miles de millones— de años. Y en esa postal, escrita con ondas de luz, hay un mensaje oculto.
Cuando analizas esa luz, descubres algo curioso: está estirada. Como si alguien hubiera tirado de sus extremos.
Y si piensas en la luz como en una ola —una sucesión de crestas y valles, como las del mar—, verás que cuanto más separadas están esas crestas, más “roja” se vuelve la onda.
Así funciona el espectro de la luz:
Las ondas cortas, apretadas, son azules.
Las largas, relajadas, son rojas.
Y lo que observamos es que, salvo contadas excepciones cercanas, todas las galaxias lejanas nos envían luz más roja de lo esperado.
Cuanto más lejos están… más roja es su luz. Más estirada. Más desplazada.
Pero esto no es casualidad, ni un truco de la lente.
Es, en realidad, el eco de algo mucho más grande:
El espacio mismo se está estirando.
Como una tela cósmica que se tensa suavemente, llevando consigo a las galaxias que flotan en ella como motas de polvo sobre un globo que se infla.
Y cuanto más lejos está una galaxia, más tiempo ha viajado su luz por ese espacio en expansión, más se ha estirado su mensaje, más roja nos llega.
Esto es lo que descubrió Edwin Hubble en los años veinte del siglo pasado, y lo que hoy llamamos la Ley de Hubble:
> “La velocidad con la que una galaxia se aleja es proporcional a su distancia.”
Una observación sencilla. Profunda. Reveladora.
Como si el universo nos confesara, entre líneas de luz roja:
> “Sí, me estoy expandiendo. Me alejo de mí mismo. Me estiro en el tiempo.”
Y así, mirando hacia fuera… descubrimos que todo se aleja.
Pero también que todo empezó junto. Que hubo un comienzo.
Y que el cosmos, desde entonces, no ha dejado de crecer.
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