Neutrinos: los fantasmas del Sol - Cuentos para una noche de Observación pública


Serie: Cuentos de Luz




Me llamo… no importa.

Nadie me ha visto nunca.


Ni ojos, ni telescopios, ni sueños.

Yo cruzo el universo como un suspiro olvidado, como una partitura escrita en silencio.

Nací en un lugar donde nadie podría sobrevivir:

el núcleo mismo del Sol.

Allí, en el corazón abrasador de la estrella,

el hidrógeno se fusiona en helio,

y en ese breve fogonazo nuclear… yo aparezco.

No como un rayo, ni como una llama.

Apenas un susurro cuántico.


Mientras mis hermanos fotones se enredan en un laberinto de materia, chocando, rebotando, atrapados durante miles de años entre átomos solares,

yo ya he partido.

No necesito puertas.

No reconozco fronteras.

Ni la Tierra, ni el hierro, ni la carne detienen mi viaje.

Cada segundo, sesenta mil millones de mis hermanos y yo atravesamos un centímetro cuadrado de tu piel.

Miles de millones… cada segundo.

¿Los sientes?

No.

Y sin embargo… estamos ahí.


No traemos luz. No traemos calor.

Somos testigos.

Espías del fuego.

Mensajeros incorpóreos del corazón de una estrella.


Atravieso planetas como si fueran humo.

Cruzo galaxias como quien camina por un sueño.

A veces —muy rara vez— uno de nosotros es detectado.

En lo profundo de una mina,

en un tanque de agua pura,

un fotón aparece donde no debía,

y los humanos, sorprendidos, lo registran.

Ese es el eco de mi paso.

Una huella fantasmal de mi existencia.

Una evidencia de que, por un instante,

uno de nosotros tocó algo.

Y se dejó tocar.


Pero la mayoría seguimos viajando.

Siempre.

Sin pausa.

Sin rastro.

Soy un neutrino solar.

Soy la sombra del fuego que no proyecta sombra.


Y aunque nunca lo sabrás,

tal vez, al mirar al Sol,

sentiste una vibración muy sutil en el pecho.


No era calor.

No era luz.

Era yo.

Rozándote el alma…

mientras pasaba.



🌫️ Astrometáfora


Hay verdades que no se gritan, sino que se deslizan en silencio.

Como los neutrinos solares, hay presencias que nos atraviesan sin hacerse notar,

y sin embargo, sostienen el misterio de lo que somos.

No todo lo invisible es ausencia.

A veces, lo que no se ve... es lo más constante del universo.


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